Sra. Dª. Estefanía Beltrán de Heredia
Consejera de Seguridad del Gobierno Vasco
Estimada Señora Beltrán:
Le escribo en calidad de presidenta del Colectivo de Víctimas del Terrorismo (COVITE), asociación que representa a más de 500 familias víctimas del terrorismo, mayoritaria en la Comunidad Autónoma Vasca y con Estatus Consultivo Especial en ECOSOC/ONU. He visto con preocupación e indignación cómo El Correo informó el pasado viernes de que el Gobierno Vasco ha optado por la “eliminación de todo rastro de la historia del terrorismo de ETA de la formación de ertzainas y policías locales”.
Quisiera trasladarle el malestar de nuestro Colectivo por esta decisión del Gobierno Vasco, así como nuestro total desacuerdo con ella. Consideramos muy preocupante que las últimas promociones tanto de la Ertzaintza como de la Policía local no conozcan la historia más reciente y desgarradora del País Vasco: la del terrorismo de ETA. Resulta incomprensible, insultante y humillante que no tenga encaje la mayor y más reciente vulneración de derechos humanos que ha vivido este país en democracia, mientras que sí lo tienen otros aspectos de la Historia como la Guerra Civil, el Estatuto de autonomía o la represión franquista –como no podía ser de otra manera–. La Ertzaintza y la Policía local son cuerpos policiales que han sido golpeados con mucha dureza por el terrorismo de ETA: dieciséis ertzainas y treinta policías municipales fueron asesinados por la banda terrorista, y todos sufrieron su hostigamiento y acoso. ¿Podría explicarnos, por favor, a qué se debe querer borrar a ETA y a sus víctimas? Hacerlo implica borrar la memoria de todos los ertzainas y policías que arriesgaron su vida por protegernos, y en muchos casos, desgraciadamente, la perdieron.
Mucho nos tememos que este silencio no es sino otro ejemplo de la esencia de las políticas públicas de memoria, o más bien de desmemoria, del Gobierno Vasco. Ahora que la banda terrorista no mata, ¿quieren vivir como si nunca hubiese existido? ETA ha podido poner punto y final a su trayectoria como organización terrorista, pero la desactivación de sus siglas no significa que se desactive el proyecto político que muchos ciudadanos airean y asumen como propio, justificando las acciones criminales de los terroristas, con el peligro que eso supone para las nuevas generaciones. Prácticamente todas las semanas presenciamos en el País Vasco algún homenaje a un terrorista de ETA que sale de prisión sin haber renegado de su trayectoria criminal. Se producen ante la impasibilidad de las instituciones vascas, que tienen competencia en esta materia y están obligadas por la Ley vasca de víctimas a impedirlos, pero no lo hacen. En estos homenajes sistemáticos a terroristas orgullosos de sus crímenes en las calles del País Vasco siempre hay niños, que crecen teniendo como héroes a condenados por terrorismo, con las consecuencias que ello acarrea. En el País Vasco hay una parte de la sociedad que está fuertemente fanatizada y radicalizada, y que odia al que no comparte la ideología nacionalista vasca radical. Esto lo hemos comprobado recientemente en localidades como San Sebastián, Rentería o Bilbao, donde hace apenas unos días se han producido graves actos de kale borroka para tratar de impedir que determinadas fuerzas políticas pudieran expresar libremente sus ideas. ETA ha podido disolverse, pero el odio hacia los que consideraba sus enemigos ha calado muy hondo en parte de la sociedad vasca. Ese odio también es hacia la Ertzaintza y todas las FCSE. ¿Cómo van a poder la Ertzaintza y la Policía protegernos –y protegerse a sí mismos–de ese odio si no saben cuál es su origen?
Además, ETA no ha sido disuelta por las FCSE, entre ellas la Ertzaintza, sino que se ha disuelto cuando ha querido y como ha querido. Es obligación de la Ertzaintza y la Policía tratar de localizar a los terroristas que están huidos y que tienen causas judiciales pendientes, puesto que es de sobra conocido que no todos los terroristas que han pertenecido a ETA han rendido todas sus cuentas pendientes con la justicia. No solo eso, sino que hay al menos 358 crímenes de ETA que están sin resolver. La Ertzaintza está obligada, al igual que el resto de las FCSE, a investigar y contribuir a esclarecer los crímenes de ETA que están sin esclarecer y que se cometieron en el País Vasco. ¿Cómo van a cumplir con su obligación si no tienen los conocimientos necesarios sobre la macrovictimación que ha causado ETA en el País Vasco? La desactivación de las siglas de ETA no implica que sus responsabilidades se diluyan. Esas responsabilidades tienen nombres y apellidos: el de las más de 850 personas asesinadas, el de los más de 2.500 heridos y mutilados, el de los desaparecidos, secuestrados, extorsionados y exiliados forzosos, que con su marcha bajo peligro de muerte modificaron de forma definitiva el censo electoral del País Vasco y de Navarra. Y, por supuesto, el de los 358 asesinados cuyos crímenes están sin resolver. No podemos ni debemos permitir que se diluyan las responsabilidades de los terroristas, ni promover el olvido desde las instituciones.
Resulta imprescindible que las promociones de la Policía local y la Ertzaintza sigan estudiando qué es ETA y qué es lo que ha supuesto para la sociedad vasca, con toda su crudeza: es un grupo terrorista que ha estado durante décadas atentando sistemática y selectivamente contra los derechos humanos, la democracia y la libertad. No olvidemos que la libertad sigue todavía secuestrada en el País Vasco por los de siempre. ETA no son solo unas siglas de una banda terrorista, es un proyecto político nacionalista, totalitario y excluyente en el que no tenemos cabida quienes no lo compartimos. Quienes justifican a ETA todavía nos odian, nos acosan y tratan de intimidarnos. Mientras no hayamos ganado la batalla de la libertad y no hayamos logrado acabar con la radicalización violenta tan enraizada en nuestra sociedad, ¿quién nos garantiza que la historia no se repita? Desde luego, si desde las instituciones se fomenta la desmemoria, es muy probable que la historia de terror que hemos vivido vuelva a repetirse.
Quedamos a la espera de su respuesta.
Atentamente,
Consuelo Ordóñez
Presidenta de COVITE