Cuando el 20 de octubre de 2011 el contador de atentados mortales de ETA se detuvo tras su alto el fuego, sus números eran para estremecer: 858 muertos, más de diez mil asesinatos frustrados y miles de extorsiones y de desplazados forzosos.
ETA dejaba un reguero de sangre tal que empapaba las raíces de una tierra, envilecía su historia y dificultaba su futuro. Quedaba sin dirimir entonces si la justicia que se había impartido había sido suficiente.
Agujeros del sistema desvela toda una red de negligencias y errores judiciales habidos en cientos asesinatos terroristas que jamás fueron resueltos. En un Estado de derecho, tanto asesino impune y libre sin que la Justicia lo sentara en el banquillo debería ser razón sobrada para hacer temblar al menos los cimientos de la Administración de Justicia.
En este libro se encuentra el fruto de dos años de dura investigación en la que, además de sumarios judiciales y diligencias policiales jamás aireados hasta ahora, se han tenido en cuenta informes oficiales y extraoficiales de la Administración, argumentos de profesionales del mundo del Derecho, como jueces y fiscales, y tesis de destacados miembros de las Fuerzas de Seguridad.
Las páginas de Agujeros del sistema, arduamente confirmadas, alcanzarán a poner en conocimiento de la opinión pública que si cuando ETA decretó su alto el fuego había más de 300 crímenes perpetrados en democracia sin resolver, esa circunstancia no se debió a la pericia de la organización terrorista, sino a los graves errores que en los años 80 dejaron de ser errores puntuales para pasar a formar parte del normal funcionamiento de la Administración. Precisamente la encargada de velar por el derecho a la Justicia en todo un país.
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