Carmen, tu familia de COVITE te debe mucho. Me duele que estuvieras tan presente en los momentos más difíciles que ha tenido Covite y que no hayas podido disfrutar de la etapa más gratificante, aunque ahora estoy convencida de que sí, ahora es cuando de verdad vas a disfrutar.

Va a ser a partir de ahora cuando te vamos a sentir muy cerca, va a ser ahora cuando estarás presente en todas nuestras ekintzas.

El 21 de septiembre del año pasado hiciste historia con nosotros. Cuando inauguramos nuestra campaña “Una víctima, una placa”, estuviste en Bilbao colocando la primera. Lo hiciste con tu maravillosa hija Beatriz, de la que tan orgullosa sé que te sientes, y con Santi. Qué decir de Santi. Tu amante, tu compañero, tu mejor amigo, tu apoyo incondicional desde hace 40 años, en la alegría y en la tristeza. Los tres estuvisteis ese 21 de septiembre en Bilbao. Solo tuvimos que insinuártelo para que inmediatamente, a pesar de tu ya avanzada enfermedad, vinieras como si nada te costara.

Hace apenas unos meses nos diste una lección de compromiso apareciendo en la presentación de nuestro libro sobre asesinatos sin resolver. Se presentó en Vitoria. Y allí, en primera fila y rebosante de dignidad, te sentaste y escuchaste las negligencias y la desidia judicial que rodeó el asesinato de Sergio, tu padre.

Nunca he conocido a nadie con tu entereza, con tu serenidad, con tu discreción. Siempre has estado donde tenías que estar, con los que tenías que estar, nunca te quejabas, lo más difícil lo hacías fácil.

A veces no entiendo a Dios y me rebelo. ¿Por qué tú? Si ya te había tocado la lotería del sufrimiento, ¿por qué tú? Sigo sin entenderlo. Aún con todo, me quedo con un hecho: has sido la persona más feliz que he conocido. Puedo dar fe de ello no solo porque he tenido el privilegio de conocerte y de quererte como compañera y amiga, sino porque he conocido a Santi, a Beatriz y a Gonzalo.

Tu sufrimiento no te ha quitado ni una pizca de felicidad, por eso te has ido serena, digna, en paz y arropada con muchísimo amor. El que te merecías.

Te has ido para reencontrarte con los tuyos, con nuestros familiares y amigos. Te has ido para seguir apoyándonos desde ese más allá cercano.

No te olvidaremos nunca. Mientras yo esté, seguirás estando presente en nuestras Juntas, en nuestro trabajo. Te lo debemos. 

Porque nos haces tanta falta todavía, porque tenemos que acabar lo que tú empezaste, lo que tú quieres que acabemos, no te vamos a defraudar. Tu familia  es nuestra familia. Entre todos lo vamos a conseguir, Carmen. Te lo prometo.